Preguntas más frecuentes
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La Radiología Intervencionista es una subespecialidad de la Radiología e Imagen, la cual se centra en el diagnóstico y el tratamiento de un amplio espectro de enfermedades mediante técnicas mínimamente invasivas. En la mayoría de los casos, los tratamientos de la Radiología Intervencionista requieren estancias hospitalarias más cortas y frecuentemente se realizan con anestesia local lo que implica menos riesgos, menos dolor y una convalecencia reducida en comparación con la cirugía tradicional.
Los procedimientos se llevan a cabo con la ayuda de las siguientes técnicas de imagen:
Rayos X
Ecografía
Tomografía Computarizada (TAC)
Resonancia Magnética (RM)
Con la ayuda de una guía con un diámetro de sólo 1-2 milimetros se introducen catéteres en los vasos sanguíneos u otros conductos (como la linfa) para guiarlos hasta la localización de la enfermedad y así poder tratarla.
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Un procedimiento mínimamente invasivo es una manera de tratar una enfermedad sin necesidad de hacer una cirugía grande o abrir el cuerpo con cortes amplios.
En lugar de eso, utilizamos pequeñas incisiones o incluso solo una punción con aguja, a través de las cuales introducimos catéteres, agujas muy finas o instrumentos especiales. Con la ayuda de imágenes médicas en tiempo real (como rayos X, ultrasonido o tomografía), podemos llegar exactamente al lugar donde está el problema y tratarlo de manera precisa.
Por ejemplo: En lugar de abrir el pecho para destapar una arteria tapada, podemos entrar por la ingle o la muñeca con un catéter del grosor de un espagueti y llegar hasta el corazón para resolverlo.
¿Qué ventajas tiene para ti como paciente?
Menor dolor
Recuperación mucho más rápida
Menos cicatrices
Menos riesgo de complicaciones
Generalmente puedes irte a casa más pronto
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Por supuesto, un médico radiólogo intervencionista puede realizar procedimientos de radiología general, ya que el radiólogo intervencionista primero se forma como radiólogo general, es decir, aprende a interpretar radiografías, tomografías, resonancias y ultrasonidos, y a realizar procedimientos diagnósticos guiados por imagen (como biopsias o drenajes).
Después hace una subespecialidad en radiología intervencionista, donde se enfoca en tratamientos mínimamente invasivos.
Por eso, en términos de formación y capacidad, estoy completamente preparado para hacer estudios de radiología general y para interpretar imágenes.
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Un radiólogo es un médico especialista. Primero estudia medicina y después se especializa en radiología, que es el área de la medicina que se encarga de obtener y analizar imágenes del cuerpo para diagnosticar enfermedades. En el caso de un radiólogo intervencionista, además de interpretar imágenes, realiza procedimientos mínimamente invasivos para tratar ciertas enfermedades, como colocar stents, drenar abscesos o tratar tumores. El radiólogo tiene la responsabilidad de decidir el diagnóstico, planear el tratamiento y tomar decisiones médicas importantes basadas en las imágenes y en la condición del paciente.
Por otro lado, un técnico radiólogo es un profesional de la salud especializado en el manejo de los equipos de imagen, como rayos X, ultrasonido, tomografía o resonancia magnética. Su trabajo consiste en preparar al paciente, operar los equipos y asegurarse de que las imágenes sean de la mejor calidad posible para que el radiólogo pueda analizarlas. Aunque tiene un papel fundamental en el proceso, no interpreta las imágenes ni decide tratamientos; sigue las indicaciones y protocolos que le da el radiólogo.
Es decir, el médico radiólogo es quien dirige y toma decisiones médicas, mientras que el técnico radiólogo es quien ejecuta y asegura la calidad de las imágenes para que el radiólogo pueda hacer su trabajo de interpretación de manera efectiva. Ambos trabajan en equipo, pero sus responsabilidades y formación son diferentes.
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No, no son lo mismo, aunque ambas buscan tratar enfermedades de forma mínimamente invasiva.
La laparoscopía es una técnica quirúrgica: el cirujano introduce una cámara y herramientas por pequeñas incisiones en el abdomen para ver y operar directamente los órganos. Requiere anestesia general y se realiza en quirófano.
La radiología intervencionista, en cambio, utiliza imágenes médicas (como rayos X, ultrasonido o tomografía) para guiar agujas, catéteres o instrumentos muy delgados desde la piel hasta el interior del cuerpo, sin necesidad de abrirlo. Generalmente se hace con anestesia local y el paciente suele irse a casa el mismo día.
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La elección entre un procedimiento convencional (cirugía abierta) y un procedimiento mínimamente invasivo (radiología intervencionista u otras técnicas) no siempre depende solo del paciente. Te lo explico sencillo:
El paciente sí tiene derecho a decidir, pero la decisión final se toma entre tú y tu equipo médico (cirujano, radiólogo intervencionista, oncólogo, cardiólogo, etc.), porque depende de:
1. El tipo de enfermedad → no todos los problemas pueden resolverse de forma mínimamente invasiva.
2. El estado de salud del paciente → por ejemplo, algunas personas no son candidatas a cirugía abierta y la opción mínimamente invasiva es más segura.
3. Los objetivos del tratamiento → a veces el procedimiento mínimo invasivo resuelve de manera temporal o paliativa, y la cirugía abierta da una solución definitiva.
4. La experiencia y los recursos del hospital → no todos los centros cuentan con especialistas ni con la tecnología para ciertos procedimientos.
Tu papel como paciente:
· Puedes y debes preguntar: “¿Existe una opción mínimamente invasiva para mi caso?”
· El médico tiene la obligación de explicarte ventajas, riesgos, recuperación y resultados esperados de ambas opciones.
· Al final, tú decides con información clara y confiable, pero la indicación médica marca cuáles son las alternativas viables para tu diagnóstico.
En resumen: no siempre puedes elegir entre ambas porque depende de tu enfermedad y de tu cuerpo, pero sí tienes derecho a que te expliquen todas las opciones y a participar activamente en la decisión.
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¡Por supuesto! La radiología intervencionista se ha convertido en uno de los pilares del tratamiento contra el cáncer porque nos permite atacar directamente al tumor desde dentro del cuerpo, sin necesidad de cirugías grandes.
Hoy en día, cuando una persona tiene cáncer, no solo entra en juego el oncólogo que da quimioterapia o el cirujano que opera. También el radiólogo intervencionista forma parte del equipo y aporta opciones muy valiosas que se combinan con las demás.
¿Cómo lo hacemos? Tenemos dos grandes formas de actuar:
Tratamientos de ablación: es como “quemar” o “congelar” el tumor desde dentro usando agujas especiales que se guían con imágenes médicas. Así, el tumor se destruye sin necesidad de abrir el cuerpo.
Tratamientos de embolización: entramos por una arteria con un catéter muy delgado y llegamos justo a la zona que alimenta al tumor. Bloqueamos esos vasos o liberamos medicamentos directamente allí, logrando que el tratamiento sea mucho más concentrado y con menos efectos secundarios en el resto del cuerpo.
¿Qué significa esto para el paciente?
Podemos tratar tumores que no son operables.
Se reduce el dolor y el tiempo de recuperación.
Se mejora la calidad de vida y, en muchos casos, la supervivencia.
El paciente recibe un manejo más completo porque se suma un “arma extra” al equipo oncológico.
Es decir, la radiología intervencionista es hoy en día una pieza clave del rompecabezas en el tratamiento del cáncer, porque nos permite llegar directamente al tumor con precisión milimétrica, sin cirugías grandes y en equipo con oncólogos, cirujanos y radioterapeutas.
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Aunque la radiología intervencionista es una herramienta poderosa para tratamientos contra el cáncer, no todos los tumores se pueden tratar con con estos procedimientos.
La radiología intervencionista ofrece técnicas muy avanzadas y precisas, pero su uso depende de varios factores:
Tipo de tumor: algunos cánceres responden muy bien a técnicas como la ablación (quemar o congelar el tumor) o la embolización (cerrar las arterias que lo alimentan). Ejemplos: tumores de hígado, riñón, pulmón o hueso. Sin embargo, hay otros tumores que por su biología o localización no son buenos candidatos.
Tamaño y número de lesiones: los procedimientos mínimamente invasivos suelen funcionar mejor en tumores pequeños o en un número limitado de lesiones. Si el tumor es muy grande o hay metástasis muy extendidas, la estrategia cambia.
Localización: si el tumor está en una zona accesible y segura para entrar con agujas o catéteres, se puede tratar. Pero si está rodeado de estructuras muy delicadas (como nervios, intestino o vasos muy importantes) y el riesgo es alto, puede que no sea la mejor opción.
Estado general del paciente: se evalúa si el paciente puede tolerar el procedimiento y si realmente le va a aportar un beneficio en su calidad de vida o supervivencia.
Por eso, antes de decidir, el caso siempre se discute en un comité oncológico multidisciplinario (oncólogo, cirujano, radiólogo intervencionista, radioterapeuta, etc.), para elegir la mejor opción personalizada al caso específico del paciente.